Las obras de la M-30 se vendieron por el Ayuntamiento como un gran proyecto medioambiental: el tráfico desparecería de la superficie y, por arte de magia, la contaminación también. Los vecinos de las márgenes del río se verían por fin librados de esa aberración que sin duda era una autopista colapasada 24 horas al día y barrera infranqueable con el resto de la ciudad. Pero esto se podía hacer de muchas maneras y no necesariamente aumentando los carriles de esa autopista, creando nuevos problemas en nuevas zonas, perpetuando la aberración de una autopista en el corazón de la ciudad y respetando la ley. Pero al ayuntamiento, o a su alcalde, parecía preocuparle sólo el decorado, decir que se preocupaba por el medio ambiente pero actuando en realidad como se venía haciendo en Madrid: priorizar a los coches sobre las personas.
En el Nudo Sur muchos vecinos intentaron enfrentarse al sinsentido de unas obras que plantaban una chimenea contaminante en un parque público o que querían convertir calles en "aliviaderos" congestionados de la M-30: su presión hizo que las obras fueran menos perjudiciales de los que podrían haber sido pero no logramos parar algunos de los proyectos más injustos que se han llevado en las últimas décadas en una ciudad moderna.